La furgoneta avanzaba a toda velocidad, con los focos apagados, oculta en la oscuridad de la noche sin luna, atravesando un campo de baches etiquetado en los mapas con la categoría de carretera comarcal. Se trataba de la peor elección posible para realizar un trayecto entre el punto A y el punto B, y por esa razón había sido el camino y el momento escogido para la misión secreta. Nadie esperaría que aquella delicada y siniestra carga fuera transportada en secreto, con nocturnidad, por una carretera solo digna para conejos y zorros.
¿Nadie?
El conductor de aquella furgoneta sin luces, detectó demasiado tarde el remolque atravesado en medio de la carretera, justo a la salida de una curva de poca visibilidad. Ni siquiera tuvo tiempo de frenar antes del golpe. Los dos seres vivos de la cabina murieron en el acto. El cadáver transportado no sufrió daños vitales, más bien todo lo contrario.
Un par de horas más tarde, el presidente de la nación recibe una llamada. Aunque lleva toda la noche esperándola, se ve sorprendido por la información que le da su secretario y que le hiela la sangre. Esperaba poder descansar unos días después de colgar el teléfono, relajarse de la tensión de los últimos meses. Sin embargo, para su desasosiego, el hecho imprevisto, acaecido de madrugada en algún lugar entre el Escorial y Avila, cae como una bomba sobre su ánimo.
– Presidente, ¿sigue ahí?
– Sí, sí. ¿Se sabe quién puede haber saboteado la misión?
– Ahora mismo hay muchos sospechosos. Desde la extrema derecha a la extrema izquierda.
– Debe haber sido un chivatazo, pero ¿quién?
– Solo lo sabíamos nosotros dos y los dos agentes del CNI que han sido asesinados.
– ¿Asesinados?
– Sí, señor. A parte de las contusiones mortales del choque, ambos cadáveres tenían un impacto de bala en la frente. Sus verdugos se querían asegurar.
– ¿Se llevaron el ataúd o solo el cadáver?
– El cadáver. El féretro estaba completamente destrozado. Tampoco creo que estuviese en demasiado buen estado cuando lo sacaron de la tumba.
– Necesitamos recuperar el cuerpo antes de que se hagan eco los medios.
– Pero señor Presidente, ni siquiera sabemos quién lo ha robado. ¿Cómo vamos a saber la razón por la que lo han hecho?
– Me temo que pronto lo descubriremos. Ponga a todos sus agentes a buscar el cuerpo sin decir en ningún momento de quién se trata.
– ¿Y qué les digo?
– Dígales que buscan un objeto de culto que si cae en malas manos puede provocar una guerra civil.
No muy lejos de la residencia del presidente de la nación, en los sótanos de un museo de la capital, un centenar de personas se preparan en ese mismo momento para realizar un macabro rito ancestral. Los presentes se envuelven en capas que ocultan trajes caros, uniformes militares o sotanas clericales. No esconden sus rostros bajo capuchas, todos se conocen desde hace medio siglo o más, son los que siempre han cortado el bacalao. Sin embargo, ahora el sistema está en peligro. Sabían que esto podría suceder aunque no pensaban que tan pronto. Necesitan que su líder regrese y les guíe de nuevo por la senda correcta. Entre todos ellos, una figura se alza alta y majestuosa. Todos le conocen como el Elegido, el sucesor ungido por el Líder, que ha resultado no estar a la altura de las expectativas, a pesar de que ninguno de los presentes lo afirmará en voz alta. Este grupo de fieles se caracteriza por la mentira, el secretismo y la traición. El Elegido aguarda en silencio a que el resto de congregados abandonen los corrillos que se han formado alrededor de un altar, en medio de la estancia, en el que yace un cadáver en estado de descomposición.
El hombre hace un gesto con la mano derecha para pedir silencio, sin embargo, un famoso intelectual de origen sudamericano no se entera. El Elegido espera un poco más hasta que al final se le agota la paciencia y grita.
– ¿Por qué no te callas????
Ahora sí se hace el silencio. El Elegido se acerca hasta el altar y se arrodilla junto el cadáver.
– ¡Oh, gran Líder! ¡Tus fieles te ruegan humildemente que te levantes y nos guíes en estos tiempos convulsos!
El cadáver no pierde su sonrisa, obligado por el rigor mortis. No hay piel, los músculos podridos atraen la atención de las moscas que vuelan en una danza macabra por encima de los restos sin vida.
– ¡Tapadlo con algo antes de que se lo coman las moscas!
Alguien obedece y tapa el cadáver con una bandera rojigualda adornada con un escudo preconstitucional.
– ¿Alguien sabe cómo sigue el ritual? – pregunta el heredero incapacitado, cada vez más impaciente.
– Pruebe su Excelencia de invocar al Líder con las palabras «Una, grande y libre». Es mano de santo – le aconseja un tipo con bigote invisible.
– ¡Una, grande y libre!
El cadáver se mantiene imperturbable.
– Parece que no ha funcionado – confirma un asistente de uniforme y con galones de capitán general, ni más ni menos.
– Tengo una idea – dice de repente un asistente de los de traje y corbata, con gafas y ojos de avispado. Sin duda es uno de los que corta mucho bacalao.
Se acerca al Elegido y le pone algo en las manos.
– Lea esto su Excelencia, usted que conoce el idioma.
– ¿Pero qué es?
– Algo infalible. Lo he traído como último recurso.
El Heredero comienza a leer en un idioma que pone la piel de gallina a muchos de los presentes. Algunos optan por taparse los oídos directamente.
– «Arribats en aquest moment històric, i com a president de la Generalitat, assumeixo, en presentar-los els resultats del referèndum davant del Parlament i dels nostres conciutadans, el mandat que Catalunya esdevingui un estat independent en forma de república…«
De repente, un grito de ultratumba envuelve toda la estancia. Es una voz aguda, se podría considerar hasta cómica sino fuera porque surge desde la garganta seca de una momia que no es una momia cualquiera. Es LA MOMIA.
– ¡Hijo de putaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
El cadáver se levanta de un salto y la bandera que lo cubría cae a un lado. El grito desgarrador enmudece y un silencio terrorífico invade la estancia. El ser resucitado posa sus cuencas vacías sobre cada uno de los atónitos presentes.
– ¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué me molestáis?
– Oh, Excelencia. ¡Necesitamos de ti para que corrijas el rumbo de la patria! – contesta el Elegido.
– ¡Coño! ¿Y para qué os dejé a vosotros?
– Señor, nos vigilan desde Europa, tenemos las manos atadas – añade un temeroso teniente coronel.
– ¿Y acudís a mi para que os salve el culo y os haga el trabajo sucio?
El Elegido opta por callar, avergonzado.
– Sois una panda de nenazas. ¡Vamos, decidme qué ocurre!
– Excelencia, los separatistas y los rojos quieren romper el país – afirma el del bigote invisible.
– ¿Otra vez? ¡Panda de cabrones! ¿Y por qué no los fusiláis a todos?
– Porque Europa…
– Os vigila, sí. Ya lo has dicho antes. ¡Me importa una mierda lo que piensen los demás! ¡Os voy a decir lo que vamos a hacer!
– ¡Sí, por favor! Usted ordene y nosotros obedecemos.
– En primer lugar, vais a detener a todos los cabecillas rebeldes.
– Eso lo hemos hecho ya, excelencia – afirma el Elegido.
– Muy bien. Después vais a obligar a los jueces a que sean lo más duros posibles aplicando las leyes sobre estos traidores. ¡Que se ceben!
– También lo hemos hecho.
– Vale. Luego, utilizaréis los medios de comunicación para aplaudir las acciones de estos jueces.
– Hecho.
– Bien, bien. Vamos por el buen camino. Entonces ¿Cuál es el problema con Europa?
– ¡El problema es que este inútil dejó escapar a los cabecillas separatistas!
«Este es clavado a José Antonio», piensa la Momia al observar al joven con cara de fino señorito que apunta con el dedo a un viejo con barba y cara de tontito.
– ¡No es verdad! – se defiende el de la barba, que al Líder le recuerda a un viejo amigo suyo gallego – ¡Excelencia, nadie podía pensar que iban a fugarse y que un juez alemán les daría luego la razón!
– ¿Y los jueces belgas? ¿Y los suizos? ¿Y los escoceses? ¡Media Europa protege a los separatistas y a otros indeseables! -insiste la versión 2.0 de Primo de Rivera.
– ¡Callad! Tengo la solución. – dice la Momia – Vamos a enviar a Bélgica un montón de criminales que van a pedir asilo político argumentando que son inocentes y que se les persigue por sus ideas. Cuando los belgas se den cuenta de que se les llena el país de indeseables ya no diferenciarán entre políticos y criminales.
-¡Sólo verán prófugos! ¡Qué gran idea, Excelencia! – el finolis sacude la cabeza con satisfacción. Parece en éxtasis.
– ¡La misma que os dejé apuntada para rebajar las pretensiones de las regiones históricas, catetos!
– ¡Por supuesto! Se trata de banalizar aquello que no nos interesa que destaque. Es una estrategia muy uti….
– ¿Quién eres tú?
– ¡Excelencia, me presento! Soy el famoso y aclamado escritor Mario …
– ¡Un escritor «sudaca» que va de listillo! ¡Fuera de mi vista, desgraciado!
Entre varios presentes – que ya le tenían ganas – se llevan a trompicones al famoso y aclamado escritor, mientras el Líder explica su plan de Reconquista a sus fieles seguidores. Pero pronto la paz se rompe. Los fieles que habían ido a «sacar la basura» entran corriendo en la sala.
– ¡Excelencia, nos han descubierto! – dice uno de los de uniforme verde caqui bajo la capa – ¡Debemos salir de aquí y ponerle a salvo!
– ¡Yo sé dónde llevar al Líder! – dice el señorito finolis.
– ¡De acuerdo, encárgate tú, Albert! – ordena el Elegido, que ha recuperado la voz de mando tras digerir la humillación pública a la que le ha expuesto el Líder.
– ¿Albert? – pregunta el Líder, mientras entre cuatro fieles lo llevan en volandas hasta la furgoneta que lo ha traído escondido hasta aquí.
El finolis se pone al volante y sale a toda leche destrozando la puerta del garaje. Está sudando copiosamente, no tiene ni idea de qué hacer con el Líder. Como siempre, ha hablado para dárselas de importante sin tener ni idea. Su compartimento está separado por una puerta del compartimento de carga. Desde allí le llegan golpes y gritos. ¿Qué le sucederá al líder? Ahora no puede parar, debe irse lejos de allí, evitar los controles del CNI. Si atrapan al líder todo se irá al garete… La puerta del compartimento de carga salta por los aires. Aparece la figura macabra del Líder que coge por el cuello al finolis, que intenta evitar que el volante se le escape.
– ¿Albert? ¿Eres catalufo?
– ¡Eh, sí! ¡Pero muy español! ¡Porque no hay catalanes ni madrileños, solo espa..
– ¡Calla soplagaitas! ¡Deja de decir tonterías!
El Líder comienza a golpear la cabeza del finolis, que al final pierde el control de la furgoneta justo a la altura de una curva peligrosa. El vehículo se sale de la carretera, da cuatro vueltas de campana y acaba panza arriba. El finolis llevaba el cinturón de seguridad, nunca hace nada sin sentirse protegido, por si acaso, eso le ha salvado aunque esté inconsciente. Sin embargo, el Líder ha salido despedido por el parabrisas, cayendo en la cuneta de la carretera. Una cuneta con memoria histórica.
– ¡Maldito catalufo! Voy a darte palos hasta que se me deshaga la mano…¿Por qué no puedo levantarme? ¿Quién me agarra?
Varias manos, surgidas de la tierra como gusanos, atrapan el cuerpo de la Momia. «Ven con nosotros. Vamos a pasarlo muy bien», le susurran las voces de los olvidados, espíritus que duermen en las cunetas de las carreteras españolas desde hace ochenta años. Cada vez más manos agarran su cadáver y lo atraen hacia ellos. Lo que hace un momento era tierra seca, ahora parecen arenas movedizas que lo engullen por completo.
Cuando el señorito finolis catalufo despierta, busca desesperado el cuerpo de su Líder. No lo encontrará, ni él ni nadie. Tampoco ningún ser vivo sabrá el sufrimiento que tendrá que padecer el Líder antes de volver a su descanso enterno en el Infierno.