Enlazados

Luisa soñaba despierta mientras paseaba su pastor alemán, a primera hora de la mañana. Le había llegado el rumor de que, ese mediodía, alguien muy importante iba a hacer una visita a su Brigada de Limpieza ¿De quién se trataría? ¿Le podría ayudar esa persona a ascender en la Brigada? Quizás incluso fuese el inicio de una carrera política meteórica. Sin darse cuenta de lo que su mascota dejaba en medio de la calle, ella continuó divagando entre la alcaldía y un escaño en el parlamento.

Durante toda la mañana, Luisa fue un manojo de nervios. Llegó la hora y se presentó en el lugar donde habían sido convocados todos aquellos que desearan limpiar las calles de la porquería propagandística separatista. Vio que al final iban a ser una docena de voluntarios. Les habían pedido que por un día dejaran en casa el uniforme blanco de desinfección y que acudieran bien vestidos, pues iban a acudir los medios de comunicación a cubrir la noticia y había que dar buena imagen. Todos ellos esperaban expectantes al personaje misterioso. Finalmente el misterio fue desvelado, entre una nube de periodistas apareció el político de moda. Todos aplaudieron con fervor. 

– Hoy, el compañero Albert nos dará su apoyo en nuestra dura misión de limpiar las calles de porquería – dijo un tipo al que ninguno en la Brigada había visto jamás – Como vais a ir en parejas, Albert solo podrá acompañar a uno de vosotros.
– ¿Puedo ir con esta señora tan agradable? – dijo el político, señalando de manera educada a una Luisa rebosante de felicidad.
– ¡Sí, sí! – acertó a decir ella, la única fémina en el grupo.

Las diferentes parejas se dispersaron para llevar a cabo su cometido. A Luisa y Albert les tocó una zona cercana a la vivienda de ella. El político no paraba de hablar con la prensa, pero a ella poco le importaba. Sabía que en algunas de las fotos que a él le hicieran, aparecería ella sonriendo, complacida imaginando la envidia de sus amigas al verla en los periódicos e incluso la televisión, al lado del mejor político español de los últimos tiempos.  No le molestó en absoluto que mientras ella se agachaba a cortar los lazos más bajos, Albert se encargaba de aquellos que se encontraban a su altura. «No puede agacharse porque le enfocan las cámaras», razonó.

– …por supuesto! ¡La tarea que cada día realizan miles de voluntarios es encomiable! ¡Una acción que debería ser responsabilidad de todos los ayuntamientos y que ejemplares vecinos realizan de forma completamente desin…
– ¡Perdone! – interrumpió un periodista que a Luisa le pareció sospechoso desde el primer momento – Ahí atrás se han dejado un lazo.
– ¿Dónde? Yo no veo ninguno atado por aquí.
– Hay un lazo en medio de la calle.

Allí donde el periodista señalaba había un imponente excremento de perro. Por encima suyo alguien había pintado a spray un lazo bien visible gracias al tamaño de la caca. El político quiso pasar por alto la situación y continuar el paseo seguido por su comitiva de palmeros; sin embargo, la voz del periodista le hizo detenerse.

– ¿A qué espera? Esta es una gran oportunidad para demostrar que su partido está limpiando las calles, sin ningún tipo de dudas – dijo con sorna mientras el cámara que le acompañaba grababa el momento.

El político miró a Luisa, apremiándole sin palabras a retirar como fuese aquella mierda de en medio de la calle. Ella, echando de menos su uniforme aséptico, cogió el excremento utilizando un par de pañuelos de papel, pues era demasiado grande como para cubrirlo con uno. «Se parece a las cacas de Toby», pensó. Solo aquel periodista miserable y el cámara que le acompañaba se quedaron a grabar como Luisa realizaba tarea tan denigrante. El resto de la comitiva continuó el camino mientras el líder político comentaba algo sobre la falta de civismo de los separatistas y de cómo el ayuntamiento que los apoyaba había recortado el presupuesto de limpieza. 

Cuando por la noche puso las noticias en las diferentes cadenas de televisión, descubrió con horror que en todos los informativos aparecía ella recogiendo el excremento marcado con el lazo. Le tocaba estar varios días sin pisar la calle para evitar las burlas de las vecinas.

Luisa acabó aquel día prometedor llorando como una magdalena en su cama, humillada, incapaz de entender que, acciones y reacciones se enlazan en una especie de karma cósmico, y que si juegas con mierda al final te mancharás seguro.

 

JAP Vidal:

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