Sé que es una pesadilla. Ha de serlo, porque solo si así lo pienso podré mantener la cordura hasta que me despierte con la primera luz del sol. Mientras tanto, no me queda más remedio que seguir mirando a través de esta ventana que me enfrenta a mis más terribles miedos. Primero fue la muerte de una mascota cariñosa y fiel. Después la pesadilla me obligó a presenciar la terrible muerte de una mujer buena, madre de dos pequeños que aún preguntan por ella cada día. Y luego siguieron otras escenas más, todas partiendo desde el ciprés de la colina de enfrente. Es sorprendente lo vívido que puede ser el dolor de estómago que el terror onírico provoca. Tan real como su banda sonora. Fuera se oye el viento ulular, cruel y frío. Mientras en el cálido interior, en algún lugar de esta estancia oscura, hay un reproductor de música que repite en cada escena la misma canción de Tom Waits, con su voz profunda arrastrando posos de nicotina y café en cada sílaba pronunciada. Y otra vez, la canción empieza de nuevo ¿Qué sucederá ahora?
“I’d sell your heart to the junkman, baby, for a buck, for a buck” (vendería tu corazón al chatarrero, cariño, por un dolar, por un dólar). A través del cristal de la ventana, entre las decenas de manchas que dejan las gotas de barro que caen desde un cielo marrón como las heces descompuestas, veo una niña de pie junto al ciprés.
“If you’re looking for someone to pull you out of that ditch You’re out of luck, you’re out of luck” (Si estás buscando alguien que te saque de la zanja no estás de suerte). La niña, como antes los otros, desciende la colina y se acerca. Esta criatura me trae a la memoria ese icono del cine de terror, aquella inocente niña en camisón, corrompida por el espíritu de un demonio que la posee.
“The ship is sinking,the ship is sinking, the ship is sinking, there’s leak, there’s leak, in the boiler room” (El barco se hunde, hay una fuga en la sala de calderas). Podría reconocer la cara de la niña si no fuese porque ya no es una niña, ahora es una adolescente, no, una mujer hermosa que envejece nota a nota, con cada letra pronunciada por la voz atormentada de Waits. Mientras camina, alarga la mano hacia mí ¿Me pide ayuda?
“God’s away, God’s away, God’s away on Business. Business. God’s away, God’s away, God’s away on Business. Business” (Dios está ausente). La anciana cae de rodillas junto a la ventana. En un último esfuerzo, alza una mano con la que toca el frío vidrio. Intento enlazar su mano con la mía a través del cristal. Pero su brazo se desliza poco a poco hacia abajo. Allá donde su mano se posa, el cristal se enfría como el hielo, como la muerte ¿Será que lo que hay al otro lado del cristal no tiene vida? Quizás tampoco la haya en esta
oscura habitación, cálida como el infierno.
“Digging up the dead with a shovel and a pick it’s a job, it’s a job “ (Desenterrar el muerto con una pala y un pico es un trabajo) Su mano acaba por perderse por debajo de la ventana. Lo único que queda de la niña, la adolescente, la mujer, la anciana, es el rastro sucio, marrón, que ha dejado su mano deslizándose sobre el vidrio mojado. ¿Cómo la podría haber salvado si estoy aquí dentro, en mi propio mundo de cuatro paredes? No tengo más opción que sufrir la tortura de observar a través del cristal como el resto de las vidas que me acompañan se marchitan y acaban hundidas en el barro ante mis ojos.
“I narrow my eyes like a coin slot baby. Let her ring, let her ring. God’s away, God’s away, God’s away on Business.” (Estrecho mis ojos como una ranura para monedas. Deja que suene. Dios está ausente) Espero despertar pronto. Ya. Porque cada segundo que pasa me entra más la duda. ¿Y si esta no es una pesadilla cualquiera? La primavera llena todo de vida, el verano nos hace creer que seremos eternos. Sin embargo, el otoño nos avisa de que el invierno se acerca, de que igual que caen las hojas caeremos nosotros. Puede que yo ya haya caído y esta sea una pesadilla de difunto.