Suena el despertador a las siete de la mañana y Miguel se levanta de un salto de la cama, con la ilusión y los nervios de aquel que estrena un primer día de trabajo. Después de varios años navegando por las grises tareas informáticas de una empresa de seguros, por fin ha llegado el momento del cambio, un soplo de aire fresco en la vida de Miguel. Es la gran oportunidad que necesitaba para crecer profesionalmente y que llevaba mucho tiempo esperando.
La calle le da los buenos días ofreciéndole una mañana luminosa después de un par de días de fuertes lluvias. Todo son buenos augurios. Tal es su optimismo, que a Miguel incluso se le pasa por la cabeza una idea peregrina, así de pronto, sin saber por qué. «Solo me falta que el conflicto España-Cataluña se solucione. Y estoy convencido de que lo hará muy pronto. Simplemente es cuestión de sentarse a hablar, nada más. Seguro que ambas partes pueden llegar a un acuerdo satisfactorio para todos y rebajar la tensión que desde hace meses afecta a toda la sociedad. La culpa es del verano tan largo que hemos tenido”, piensa Miguel. «Todo el mundo sabe que el calor exacerba las bajas pasiones, nos vuelve más irritables e irracionales. Seguro que ahora, que por fin asoma el otoño, nos volveremos todos un poco más sensatos”, concluye.
Sale de sus pensamientos justo para darse cuenta de que se ha pasado el edificio de su nuevo empleo. “Vaya, al final voy a llegar tarde por culpa de mis elucubraciones. Ya lo decía mi madre, soy un despiste con patas”. Vuelve sobre sus pasos pero no encuentra la entrada. “¡Qué extraño!, me habré equivocado de calle, voy a consultar la dirección en el correo del móvil”.
Miguel no se ha equivocado, la dirección es la correcta pero en la puerta del edificio no hay ningún letrero de su empresa. Habrá que preguntar al conserje.
– Sí, hasta ayer estaban aquí.
– ¿Cómo que hasta ayer?
– Se han mudado, se han ido fuera de Cataluña. Ya sabe, la fuga de empresas.
– ¡Pero si hoy empezaba a trabajar con ellos!
– ¿Y no le han avisado? ¡Ya no hay educación en el mundo! De todos modos, ha sido algo repentino. Yo me enteré ayer por la tarde, por los trabajadores que se despedían de mí.
– ¿Y qué han hecho ellos?
– Se han ido todos a una empresa que hay en el centro de Barcelona que trabaja en el tema de seguros. Debe ser la única empresa que sigue contratando trabajadores en estos tiempos tan convulsos.
Miguel, ya en la calle, ha llamado a su anterior empresa, ha hablado con la responsable de Recursos Humanos que le ha dicho que lo siente mucho, pero que acababan de contratar treinta empleados nuevos y que no necesitan de sus servicios. Le ha deseado mucha suerte y que si sale algo tenga por seguro que le avisarán de inmediato.
De repente, el cielo se ha tapado por completo y la lluvia ha regresado. Miguel, empapado, ni se inmuta. Para él, llueve sobre mojado.
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