Kenia sonríe satisfecha mientras contempla su «collage». Decenas de fotos ocupan hasta el último centímetro de su “corner” de comida, mostrando los rostros de trabajadores simpáticos a los que ella cada mañana ofrece cafés, almuerzos y sonrisas. Personas que le pagan, por un lado, la comida con «tickets restaurant» y, por otro, la amabilidad con un «selfie». Inocentes, ellos, se ofrecieron de forma tan generosa como irresponsable a posar en instantáneas que han dejado sus almas a merced de esta misteriosa mujer de la isla de la Española.
Finalmente, ha llegado el momento de la venganza para la dulce y amable vendedora. ¿Cuál de estos rostros será el primero en sufrir un poquito? Se decanta por la foto del chico que un momento antes se ha quejado de que le había puesto poco salchichón en el bocadillo. “Ahora verás”. Kenia deja caer una gota de café ardiendo sobre la foto del joven que está sentado a unos metros de ella y que habla relajado con sus compañeros de mesa. Espera que se levante de un salto, aullando de dolor, sin embargo, se levanta de un salto, pero enfadado consigo mismo porque se ha tirado el café encima, manchándose la camisa y los pantalones.
Kenia maldice su inexperiencia. El efecto no ha sido el deseado, pero no pasa nada, ella sonríe de nuevo. No tardará en dominar las oscuras artes del vudú. Y entonces…